Isaac Asimov
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La obra de Isaac Asimov
Isaac Asimov fue un brillante escritor y bioquímico estadounidense de origen ruso. Es conocido en todo el mundo por sus asombrosas obras de ciencia ficción, sin dejar de mencionar que también sobresale en gran medida por sus textos de divulgación científica. No hay dudas de que el legado de este prestigioso autor es muy grande, razón por la cual en esta ocasión se describen los principales aspectos de todo lo que “creó” a lo largo de su vida.
Una de las características más distinguidas de Asimov fue su vasta productividad, ya que publicó más de quinientos libros. Sus obras futuristas alcanzaron un enorme reconocimiento entre los aficionados de la ciencia ficción, básicamente por el asombroso equilibrio que este hombre supo conseguir entre estilo, creatividad y mundo científico-tecnológico. Su carrera comenzó en 1939, cuando publicaba cuentos de ciencia ficción en revistas especializadas en dicha temática. En poco tiempo se convirtió en el padre de este genero en relación a la rama “tecnológica”.
Asimov fue el primero en emplear el término “robótica”, entendido como el estudio y desarrollo de robots. Asimismo, el escritor también estableció las tres leyes de la robótica en sus obras “Yo, Robot” (1950) y “El segundo libro de robots” (1964). Éstas ponen a los robots al total servicio de los hombres. A pesar de esto, la gente suele manifestar repudio hacia los androides a medida que su inteligencia y lucidez moral se vuelven superiores, debido básicamente a los impulsos egoístas de la Humanidad.
Las obras más influyentes de Asimov son las que conforman la Trilogía de las Fundaciones, denominadas “Fundación” (1951), “Fundación e Imperio” (1952) y “La Segunda de Fundación” (1953). Se trata de escritos muy singulares, que no por eso dejan de ser menos poderosos. En 1983 publicó una continuación de la trilogía en cuestión denominada “Los límites de la Fundación”. Ésta se caracteriza por ser prolija, aunque sumamente enigmática.
Otras novelas destacables de Asimov son “Abismos de acero” (1953) y “El sol desnudo” (1957). En esta última obra, el escritor relaciona muy bien la ciencia ficción con la investigación policíaca, ya que el personaje principal de dicho relato (el detective Elijah Baley) es auxiliado por un robot. Por otro lado y en relación con sus textos de divulgación científica, cabe señalar que Asimov generalmente se mostraba optimista en cuanto al progreso, siempre y cuando esté basado en un uso racional tanto de la ciencia como de la tecnología. Por último, es importante hacer referencia a que este talentoso abordó otras temáticas, como por ejemplo la historia, la matemática, la psicología y la sociología.
Frases de Asimov:
- “La violencia es el último recurso del incompetente”
- “Negar un hecho es lo más fácil del mundo. Mucha gente lo hace, pero el hecho sigue siendo un hecho”
- “Un sutil pensamiento erróneo puede dar lugar a una indagación fructífera que revela verdades de gran valor”
- “La suerte favorece sólo a la mente preparada”
- “En primer lugar acabemos con Sócrates, porque ya estoy harto de este invento de que no saber nada es un signo de sabiduría”
- “Sólo hay una guerra que puede permitirse el ser humano: la guerra contra su extinción”
- “No tengo miedo a los ordenadores. A lo que tengo miedo es a la falta de ellos”.
- “Dudo que el ordenador llegue algún día a igualar la intuición y capacidad creativa del sobresaliente intelecto humano”.
- “El aspecto más triste de la vida actual es que la ciencia gana en conocimiento más rápidamente que la sociedad en sabiduría.”
El cuervo
El cuervo de Edgar A Poe
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Una vez, al filo de una lúgubre media noche, mientras débil y cansado, en tristes reflexiones embebido, inclinado sobre un viejo y raro libro de olvidada ciencia, cabeceando, casi dormido, oyóse de súbito un leve golpe, como si suavemente tocaran, tocaran a la puerta de mi cuarto. "Es -dije musitando- un visitante tocando quedo a la puerta de mi cuarto. Eso es todo, y nada más." ¡Ah! aquel lúcido recuerdo de un gélido diciembre; espectros de brasas moribundas reflejadas en el suelo; angustia del deseo del nuevo día; en vano encareciendo a mis libros dieran tregua a mi dolor. Dolor por la pérdida de Leonora, la única, virgen radiante, Leonora por los ángeles llamada. Aquí ya sin nombre, para siempre. Y el crujir triste, vago, escalofriante de la seda de las cortinas rojas llenábame de fantásticos terrores jamás antes sentidos. Y ahora aquí, en pie, acallando el latido de mi corazón, vuelvo a repetir: "Es un visitante a la puerta de mi cuarto queriendo entrar. Algún visitante que a deshora a mi cuarto quiere entrar. Eso es todo, y nada más." Ahora, mi ánimo cobraba bríos, y ya sin titubeos: "Señor -dije- o señora, en verdad vuestro perdón imploro, mas el caso es que, adormilado cuando vinisteis a tocar quedamente, tan quedo vinisteis a llamar, a llamar a la puerta de mi cuarto, que apenas pude creer que os oía." Y entonces abrí de par en par la puerta: Oscuridad, y nada más. Escrutando hondo en aquella negrura permanecí largo rato, atónito, temeroso, dudando, soñando sueños que ningún mortal se haya atrevido jamás a soñar. Mas en el silencio insondable la quietud callaba, y la única palabra ahí proferida era el balbuceo de un nombre: "¿Leonora?" Lo pronuncié en un susurro, y el eco lo devolvió en un murmullo: "¡Leonora!" Apenas esto fue, y nada más. Vuelto a mi cuarto, mi alma toda, toda mi alma abrasándose dentro de mí, no tardé en oír de nuevo tocar con mayor fuerza. "Ciertamente -me dije-, ciertamente algo sucede en la reja de mi ventana. Dejad, pues, que vea lo que sucede allí, y así penetrar pueda en el misterio. Dejad que a mi corazón llegue un momento el silencio, y así penetrar pueda en el misterio." ¡Es el viento, y nada más! De un golpe abrí la puerta, y con suave batir de alas, entró un majestuoso cuervo de los santos días idos. Sin asomos de reverencia, ni un instante quedo; y con aires de gran señor o de gran dama fue a posarse en el busto de Palas, sobre el dintel de mi puerta. Posado, inmóvil, y nada más. Entonces, este pájaro de ébano cambió mis tristes fantasías en una sonrisa con el grave y severo decoro del aspecto de que se revestía. "Aun con tu cresta cercenada y mocha -le dije-. no serás un cobarde. hórrido cuervo vetusto y amenazador. Evadido de la ribera nocturna. ¡Dime cuál es tu nombre en la ribera de la Noche Plutónica!" Y el Cuervo dijo: "Nunca más." Cuánto me asombró que pájaro tan desgarbado pudiera hablar tan claramente; aunque poco significaba su respuesta. Poco pertinente era. Pues no podemos sino concordar en que ningún ser humano ha sido antes bendecido con la visión de un pájaro posado sobre el dintel de su puerta, pájaro o bestia, posado en el busto esculpido de Palas en el dintel de su puerta con semejante nombre: "Nunca más." Mas el Cuervo, posado solitario en el sereno busto. las palabras pronunció, como virtiendo su alma sólo en esas palabras. Nada más dijo entonces; no movió ni una pluma. Y entonces yo me dije, apenas murmurando: "Otros amigos se han ido antes; mañana él también me dejará, como me abandonaron mis esperanzas." Y entonces dijo el pájaro: "Nunca más." Sobrecogido al romper el silencio tan idóneas palabras, "sin duda -pensé-, sin duda lo que dice es todo lo que sabe, su solo repertorio, aprendido de un amo infortunado a quien desastre impío persiguió, acosó sin dar tregua hasta que su cantinela sólo tuvo un sentido, hasta que las endechas de su esperanza llevaron sólo esa carga melancólica de "Nunca, nunca más." Mas el Cuervo arrancó todavía de mis tristes fantasías una sonrisa; acerqué un mullido asiento frente al pájaro, el busto y la puerta; y entonces, hundiéndome en el terciopelo, empecé a enlazar una fantasía con otra, pensando en lo que este ominoso pájaro de antaño, lo que este torvo, desgarbado, hórrido, flaco y ominoso pájaro de antaño quería decir graznando: "Nunca más," En esto cavilaba, sentado, sin pronunciar palabra, frente al ave cuyos ojos, como-tizones encendidos, quemaban hasta el fondo de mi pecho. Esto y más, sentado, adivinaba, con la cabeza reclinada en el aterciopelado forro del cojín acariciado por la luz de la lámpara; en el forro de terciopelo violeta acariciado por la luz de la lámpara ¡que ella no oprimiría, ¡ay!, nunca más! Entonces me pareció que el aire se tornaba más denso, perfumado por invisible incensario mecido por serafines cuyas pisadas tintineaban en el piso alfombrado. "¡Miserable -dije-, tu Dios te ha concedido, por estos ángeles te ha otorgado una tregua, tregua de nepente de tus recuerdos de Leonora! ¡Apura, oh, apura este dulce nepente y olvida a tu ausente Leonora!" Y el Cuervo dijo: "Nunca más." "¡Profeta! exclamé-, ¡cosa diabólica! ¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio enviado por el Tentador, o arrojado por la tempestad a este refugio desolado e impávido, a esta desértica tierra encantada, a este hogar hechizado por el horror! Profeta, dime, en verdad te lo imploro, ¿hay, dime, hay bálsamo en Galaad? ¡Dime, dime, te imploro!" Y el cuervo dijo: "Nunca más." "¡Profeta! exclamé-, ¡cosa diabólica! ¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio! ¡Por ese cielo que se curva sobre nuestras cabezas, ese Dios que adoramos tú y yo, dile a esta alma abrumada de penas si en el remoto Edén tendrá en sus brazos a una santa doncella llamada por los ángeles Leonora, tendrá en sus brazos a una rara y radiante virgen llamada por los ángeles Leonora!" Y el cuervo dijo: "Nunca más." "¡Sea esa palabra nuestra señal de partida pájaro o espíritu maligno! -le grité presuntuoso. ¡Vuelve a la tempestad, a la ribera de la Noche Plutónica. No dejes pluma negra alguna, prenda de la mentira que profirió tu espíritu! Deja mi soledad intacta. Abandona el busto del dintel de mi puerta. Aparta tu pico de mi corazón y tu figura del dintel de mi puerta. Y el Cuervo dijo: Nunca más." Y el Cuervo nunca emprendió el vuelo. Aún sigue posado, aún sigue posado en el pálido busto de Palas. en el dintel de la puerta de mi cuarto. Y sus ojos tienen la apariencia de los de un demonio que está soñando. Y la luz de la lámpara que sobre él se derrama tiende en el suelo su sombra. Y mi alma, del fondo de esa sombra que flota sobre el suelo, no podrá liberarse. ¡Nunca más! |
Pedro Calderon de la Barca
"La vida es Sueño" de Pedro Calderón de la Barca
Monólogo de Segismundo
aunque ninguno lo entiende.
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Monólogo de Segismundo
"...Sueña el rey que es rey, y vive
con este engaño mandando,
disponiendo y gobernando,
y este aplauso, que recibe
prestado, en el viento escribe,
y en cenizas le convierte
la muerte, ¡desdicha fuerte!
¿Que hay quien intente reinar,
viendo que ha de despertar
en el sueño de la muerte?
Sueña el rico en su riqueza,
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende,
sueña el que agravia y ofende,
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.
Yo sueño que estoy aquí
destas prisiones cargado,
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño:
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.
Pedro Calderón de la Barca (Madrid, 17 de enero de 1600 - ibídem, 25 de mayo de 1681), Sacerdote católico español y caballero de la Orden de Santiago, conocido fundamentalmente por ser un escritor barroco del Siglo de Oro, en especial por su teatro.
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