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Twice-told tale Segunda parte
Malcolm había estado ya un día en el desván y el fantasma del joven no aparecía.
Tampoco había nada a su alrededor. El techo de chapa, tenía algunos agujeritos
por donde se filtraban los rayos del sol que alumbraban el lugar
-Debo salir de aquí!!!- se dijo.
Entonces empezó a dar patadas al techo que no parecía muy bien agarrado.
De pronto se cayó una pequeña chapa, pero era tan pequeña que sólo podía sacar
la cabeza.
-Ayuda!!-grito Malcolm,
Pero nadie se acercó.
Malcolm pasó una semana sin comer, estaba casi muerto, tirado en el piso
del desván totalmente deshidratado, sin fuerzas, delgado. Ya con sus últimas palabras gritó.
-Ayuda!!!!
Debajo de él se escuchó que alguien caminaba fuerte. Inmediatamente se
bajaron las escaleras del desván y una señora descendió de ellas.
-Oh Dios , pero ¿qué te pasó?- le dijo la mujer al ver a Malcolm.
Malcolm ya no podía hablar pero la escuchaba perfectamente y pensaba que
al fin alguien venía a socorrerlo. Pero de pronto la señora comenzó a reír, era
una sonrisa macabra, loca.
Malcolm la seguía mirando, ahora asombrado y sin poder moverse.
-¡Te engañamos bien!, - le dijo – ¿Creíste que te venía a ayudar?
La señora desapareció, la escaleras del desván se subieron solas y
Malcolm siguió tirado en el pisó escuchando
los latidos lentos, cada vez más lentos de su corazón, hasta que de pronto no
se escucharon más.
Malcolm murió en un desván de una casa abandonada.
José Luis Pinto 2° C
Almafuerte
Pedro Bonifacio Palacios, nació en San Justo, provincia de Buenos Aires, el 13 de mayo de 1854 y murió en La Plata, el 28 de febrero de 1917. Su seudónimo fue el de Almafuerte, escritor y filósofo argentino, autor de Trémolo, Cantar de los cantares y La sombra de la patria, entre otras numerosas obras.
¡Piú avanti!
No te des por vencido, ni aun vencido,
No te sientas esclavo, ni aun esclavo;
Trémulo de pavor, piénsate bravo,
Y arremete feroz, ya mal herido.
Ten el tesón del clavo enmohecido,
Que ya viejo y ruin vuelve a ser clavo;
No la cobarde intrepidez del pavo
Que amaina su plumaje al primer ruido.
Procede como Dios que nunca llora,
O como Lucifer, que nunca reza,
O como el robledal, cuya grandeza
Necesita del agua y no la implora...
¡Que muerda y vocifere vengadora,
Ya rodando en el polvo tu cabeza!
¡Vera violetta!
En pos de su nivel se lanza el río
Por el gran desnivel de los breñales;
El aire es vendaval, y hay vendavales
Por la ley del no-fin, del no-vacío;
La más hermosa espiga del estío
No sueña con el pan en los trigales;
El más noble panal de los panales
No declaró jamás: Yo no soy mío.
Y el sol, el padre sol, el raudo foco
Que fomenta la vida en la Natura,
Por fecundar los polos no se apura,
Ni se desvía un ápice tampoco...
¡Todo lo alcanzarás, solemne loco,
Siempre que lo permita tu estatura!
¡Avanti!
Para Don Félix J. Tettamanti
Si te postran diez veces te levantas
Otras diez, otras cien, otras quinientas...
No han de ser tus caídas tan violentas
Ni tampoco, por ley, han de ser tantas.
Con el hambre genial con que las plantas
Asimilan el humus avarientas,
Deglutiendo el rencor de las afrentas
Se formaron los santos y las santas.
Obsesión casi asnal, para ser fuerte,
Nada más necesita la criatura,
Y en cualquier infeliz se me figura
Que se rompen las garras de la suerte...
¡Todos los incurables tienen cura
Cinco segundos antes de la muerte!
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