Regreso a la libertad
Después de veinte años de estar alejado de su madre, de su casa, del pueblo que lo había visto nacer, de la gente que lo había visto crecer, Néstor decidió que era hora de volver. Estaba convencido de que todo tenía u final, pero no un final de "nunca más", sino un final de meta, de llegada, de cumplir y empezar a disfrutar de lo que estaba hecho. Estos pensamientos que inundaban su cabeza no significaban que estaba cansado de su vida ni mucho menos, al contrario, Néstor había necesitado salir de aquel viejo pueblo para crecer como profesional y como persona. Pensó en volver, pero tal vez no imaginó que iba a ser tan caótico.
Cinco de noviembre, aquel hombre fue a la terminal de ómnibus de Rosario para sacar los pasajes que lo llevarían al viejo pueblo de su infancia. Los años no habían borrado de su memoria aquellas calles con poca luz que iluminaban lo más profundo de sus juegos.
El hecho de volver al pasado no era lo que más le preocupaba, sino cómo enfrentarlo. ¿Cómo le diría a su mamá lo que estaba pasando en su cuerpo? El exitoso cantante ya no era el mismo chico de barrio con su guitarra en mano que se había fugado en los años 90, ahora era más, o tal vez, menos. Transpiraba con el hecho de sólo pensarlo.
Escondido y con los ojos llenos de angustia, recorrió los pasillos de la terminal. En su equipaje, una bolsita que le traía recuerdos de cuando hacía lo "prohibido" a escondidas. Tal vez para muchos esa no era la salida, pero él sabía que inhalar le secaba las lágrimas, y que nadie podría cambiárselo. Con los auriculares en sus oídos, esperando en la plataforma se dedicó a mirar el más claro infinito mientras en su cabeza rebotaban las palabras que formarían las más rebuscadas excusas . Empezó a temblar, un guardia se acercaba, ¿acaso sospechaba?.¿Por qué lo haría? Él actuaba como una persona normal.
Después de veinticinco minutos de espera, el colectivo llegó. Antes de subirse no pudo contenerse, tomó su bolso y fue al baño. Después de tratar de llenar la ausencia que le provocaba la desesperación de no saber qué iba a pasar, decidió salir y subir al micro.
Horas de sueño, desde Rosario al centro del país, en su cabeza la nostalgia lo invadía, la culpa lo desilusionaba de sí mismo.
Después de un largo rato, se despertó y bajó del bus, sintió algo raro, el viento le traía recuerdos. El espanto que sentía era inexplicable.
Néstor caminaba por las calles que alguna vez habían sido suyas y cada paso que daba era una bala de la guerra que estaba perdiendo contra su propia personalidad.
Las cosas habían cambiado, ya nada era como antes; el cielo tenía otro color, la luz era más gris, las casas despintadas, el pueblo todo estaba tan vacío como él. Tal vez ya nadie lo miraba con los mismos ojos. No se detuvo, siguió caminando bajo los efectos duraderos de su remedio y después de varias cuadras llegó hasta donde estaba su casa. Golpeó la puerta casi sin fuerzas, con desgano y miedo, esperó paralizado alguna respuesta, pero nada pasó. Después de insistir un largo rato, una vecina de la casa de enfrente a quien reconoció de casualidad porque nada tenía que ver con aquella dulce muchacha de su niñez, le dijo que la dueña anterior ya no vivía más allí, que se había mudado dos cuadras más al norte.
Otra vez él y su soledad caminaban hasta que se detuvieron frente a un gigante portón negro de madera, que de negro sólo le quedaba poco porque ya estaba deteriorado, buscando alguna rápida excusa del porqué de su regreso. La única verdad era que volvía para reencontrarse consigo mismo, pero eso era largo de explicar y difícil de entender.
Tocó a la puerta esperando alguna señal. Después de unos minutos un anciano la abrió y lo hizo pasar. Trataba de fingir alguna sonrisa mientras se preguntaba quién sería ese sujeto. Después de un breve intercambio de palabras logró entender que el anciano era la pareja de Nelly, su madre quien estaba tejiendo en el fondo del patio, de espaldas, frente a una piscina.
Sorprendido de verla, caminó hacia ella y sólo dijo "hola"
-¿Qué hacés acá? dijo Nelly con voz decidida
-Vengo a recorrer el camino que perdí, mamá- le contestó Néstor con voz quebrada.
-¿Mamá? Mi hijo se fugó hace años y me dejó preocupada por meses sin saber nada de él. Lo busqué por todas parte y lo único que conseguí fueron dos palabras: "ESTÁ MUERTO". ¿Quién sos? ¿Qué querés?
- Mamá soy yo, mirame.
Nelly se volteó y obviamente no lo reconoció. La fama barata había arruinado a quien era su hijo, había perdido peso, estaba destruido física y seguramente psicológicamente, también. Pero ella iba por más, quería recuperar esperanzas y creer que ese muchacho pisoteado por la vida que estaba frente suyo, era su hijo. Pero, ¿cómo lo haría? Le pediría una prueba, algo que sólo su hijo supiera y nadie más.
Néstor se fue del lugar y comenzó a revolver en sus recuerdos, buscaba en su memoria algo que hubiera perdido en su infancia.
A la hora regresó y le dijo:
-Mamá tengo lo necesario para que me creas.
-¿Qué es lo que pensaste? ¿Cuál es la prueba?- le dijo
-Me acuerdo perfectamente cómo le decías a papá que lo amabas, cómo le prometías que su amor iba a ser eterno al igual que su pareja y la noche de invierno en que te regaló una caja de bombones frente al hogar de leños.- expresó.
-Hijo, el amor no es eterno, tampoco las mentiras, me acuerdo perfectamente de esa noche, como también recuerdo que al otro día te fuiste y nunca más tuve noticias tuyas y también recuerdo cómo fallecía tu papá horas después de que te habías fugado. Perfectamente, me acuerdo de todo.
Matías Pascali, 4° Informática
Producciones
0
comentarios
catarsisliteraria
-
Sponsor
Catarsis Literaria
- catarsisliteraria
Category List
- Critica (1)
- Entrevistas (1)
- Frases de la Semana (4)
- Normativa (2)
- Poesias (1)
- ver en You Tube su discurso en S (1)