Cuento basado en la obra “Odisea”
20 años
Él volvía después de un largo tiempo a su vieja casa, ya estaba casado, tenía hijos y una gran familia. De repente el colectivo frenó en la vieja terminal, que estaba prácticamente desolada, debido a que era domingo a las 3 de la tarde.
Al llegar, el hombre fue a un bar a almorzar algo ya que en el colectivo no había comido nada. Se sentía extraño en esa tierra. Hacía 30 años atrás, o más, ya se había olvidado, jugaba allí al fútbol con los chicos de su barrio, y ahora se preguntaba qué sería de la vida de esos chicos, que tantas tardes le habían alegrado.
Después de esto, fue a recorrer la cuidad, estaba distinta, más sucia, con más gente que ya no lo saludaba, sino que miraba a ese extraño con indiferencia, al igual que el lugar en donde vivía actualmente.
Comenzó a caminar hasta donde él había vivído, se quiso guiar por los baldíos que había cerca de su casa pero fue inútil, estaba lleno de departamentos, negocios. Después de unos cuantos minutos de búsqueda, encontró su viejo hogar, tocó a la puerta y esperó a que lo atendieran. Cuando su madre le abrió se sorprendió al ver a ese sujeto. Realmente no sabía quién era. Al principio lo observó por la ventana de la puerta, pensando que era algún vendedor o algo así, pero no, era su hijo, y ella ya se había olvidado de él. Lo sentía como algo increíble, pero era real. Cuando el hombre le decía que él era su hijo ella se limitaba a decir que sólo tenía un hijo. Le dijo que era un loco, un aprovechador que lo único que quería era robarle, entonces, él recordó que tenía una cicatriz en el codo derecho, que ella seguramente recordaría porque había presenciado ese accidente así que decidió mostrarle dicha marca. Fue entonces cuando a su madre le volvieron los viejos recuerdos a la memoria. Lo abrazó e inmediatamente despidió un par de lágrimas, pero nada más, ya no sentía que lo amaba como a un verdadero hijo, ahora lo sentía como "un simple conocido". Él le explicó qué había sido de su vida, de qué trabajaba, le contó que tenía esposa e hijos, de su casa, de su auto, de su vida en general.
Luego la madre le contó cómo habían pasado esos últimos años, le dijo que habían sido muy rutinarios, nada interesante le había ocurrido, cosa que a él no le sorprendió.
Después de esta larga charla, sintió que era mejor volver a su casa, que su madre no lo necesitaba. Quizás se equivocaba, quizás no, no lo sabía bien, pero decidió volver esa misma noche.
Saludó a su madre y se marchó hacia la terminal, a esperar el siguiente colectivo de regreso a su verdadero hogar para, tal vez, no volver jamás.
Alumno: Calgaterra Francisco- 4° año Informática