Tomates tentadores.
Esa tarde mamá me había mandado a comprar un kilo de papas a la verdulería de “Don Armando” que quedaba a dos cuadras de mi casa. Nunca me gustó ir porque yo lo saludaba y no me dejaba terminar, me interrumpía con un “¿Qué necesitás pibe?” .Comprendía que tenía que guardar todas las furias dentro de mí y ser el niño más agradable posible, pero ese hombre era el demonio vivo. Era grandote y usaba un delantal blanco con el bordado “Don Armando”.
-Un kilo de papás por favor - dije disimulando el odio.
- Esperame acá- dijo como siempre de una forma tan cortante. Una vez terminadas sus palabras, fue a buscar las papas al fondo del local. Seguramente las tenía en el patio que quedaba detrás de una gigante puerta blanca. Mientras esperaba no se me ocurrió mejor idea que mirar lo que tenía. Vi remolachas, lechuga, bananas y unos tomates gigantes de color rojo oscuro. Me parecían un poco más grandes de lo normal, como su dueño. Pensé que ya era hora de concretar todos mis sentimientos en los hechos. Nada mejor que humillar al señor Armando como lo hacía él frente a todos los otros clientes no saludándome. Ya que esta vez no había nadie, agarré los tomates uno por uno y los puse en fila india desde la puerta blanca que comunicaba el negocio con el fondo hasta el mostrador.
En el momento en que iba a poner el último tomate sentí pasos detrás de mí. Me di vuelta con mucho miedo pensando una excusa para contarle al cliente que había venido. Pero no era lo que yo imaginaba, fui subiendo la vista y vi una tela blanca hasta la altura de las rodillas. Cerca de la panza vi una D, una O, una N, una A, R y ustedes se imaginan lo que tenía ante mis ojos. Estaba colorado como los mismos tomates que había usado. Parecía salirle humo de las orejas. No tardó en venir una patada que tocó la parte trasera de mi cuerpo. No alcancé a tomar las papas, ni tampoco a darle el dinero. Lo último que escuché fue su voz gruesa diciendo - ¡¡No te quiero ver nunca más acá!!!
Matías Pascali-2° "C"-Secundaria Básica