Quién lo hubiera imaginado, 200 años de vida eterna para caer en el patio putrefacto de una familia casi prehistórica. Tendría que haberle hecho caso a Gabriel, no tendría que haber partido aquella semana, mis alas no estaban listas para el viaje. Muy tarde para lamentos ya, para peor, el sol está secando el barro y siento cómo mis poros quedan atrapados por la interminable superficie negra, que si fuera blanca bien podría ser yeso.
Llevo una semana aquí, parecen tenerme miedo, si tan sólo supieran de los milagros que soy capaz de realizar; pero siempre a los ángeles nos complican aquellas viejas vecinas, pueblerinas que creen saber cómo se forma el organigrama en el cielo, cualquier cosa que caiga, es un demonio. Los demonios son más santos que los querubines, sólo que los humanos siempre necesitaron crear alguna figura maligna para imponer el terror y decidir que la salvación está en manos del mejor postor, y a raíz de esto, siempre terminamos pagando los pobres ángeles que del cielo caemos. Además, las gallinas empeoran el panorama, y mejor ni hablar de los cangrejos, por suerte estoy a salvo del escorbuto y las infecciones.
Esto es increíble, están lucrando con mi figura desbaratada en un cobertizo, que si lo viera el Carpintero moriría de vergüenza al ver que a esto le llaman madera acá abajo. La gente me ve como un ser extraño, si tan sólo pudiera recuperar mi esbelta figura de juventud, y qué hablar de mis hermosas alas blancas, la primavera tendrá que llegar rápido para recuperarlas. Mi cuerpo es casi polvo, aún así la gente paga por verme, y me piden milagros como si yo fuera Él, no vale la pena emitir palabra alguna, debo conservar la calma.
Si algo faltaba era una feria, la gente perdió la atención en mí y la familia que me ‘hospeda’ renovó su casa a cuesta mía, espero por lo menos algún día puedan erigirme un santuario, sería lo menos que debieran hacer para agradecerlo. La feria que llegó al pueblo es sorprendente, llena de artimañas y artilugios, y más de un estafador. Por suerte logró que la gente apartara su vista de mi, ya puedo descansar tranquilo, rodeado de gallinas y animales de granja, pero ni el Paraíso es divino por lo que no me desespera seguir esperando por la Primavera aquí.
Creía que la Primavera llegaría más rápido, no sé si es la condición de no tener ocupación alguna por la cual entretener mi tiempo, o porque el tiempo en la tierra es más lento, ya no sé en qué rincón de la casa esconderme, quisiera poder conocer un poco más de esta familia, pero nadie entiende Latín, ¿¡que ya nadie sabe hablar!? El único que me entiende es el niño, nadie lo sabe, pero converso por las noches con él, creo que está destinado también a la vida eterna, pues sólo aquel que comparte algo con un ángel puede hacerlo, y éste ya me contagió varicela, algo de lo que creí estaba inmunizado.
La primavera llegó, mis alas están cambiando y mis ganas de salir de aquí son insoportables. Mañana por la mañana me marcho, hablaré por última vez con el niño. Pues no hay otro lugar para nosotros que el cielo, y la vida eterna a Él nos condena, a veces desearía volver a ser hombre, pues a nadie estás atado, más que a tus propias convicciones. Hora de volar…
Guido Crespi
5to "A" Electromecánica